lunes, 18 de febrero de 2013

Who cares?

Maybe the day I die
I’ll be right.

Maybe fools’ ll say
I was not that bad
Was not that witch
Or maybe a good bitch,
At the end.

Who cares?

Sure the day I die,
Some will dislike
The colour of the flowers.
The hearse will be dirty,
As my car’s always been;
The company will be honest,
As my friends have always been;
Nothing too conventional,
As my life has always been.

Who cares?

As I’ll lay, dead,
Be sure my body will stink
As you’ve always thought,
Only for you, fools
To make you talk more and more
About me, alive or dead.

Who cares?


My shroud won’t be ironed
And dogs will pray, sincerely.
So your gossips won’t go very far away
From your bitter mouths.

Who cares?

Maybe you were right:
I didn’t deserve what I got
I couldn’t afford the love I received,
Nor the help
Who knows?
Nothing but the pain you gave me.

Who cares?

You didn’t like the way I made my bed
You hated the way I lost my head
You disliked my all life and choices,
My red hair and voices.


Who cares?

I don’t wish you any harm
Nor any good,
I only wish my sons
Will feel all my love.
I only wish you really disliked me
Cose be loved by fools
It’s maybe worse
Than be hated.

Who cares?

viernes, 15 de febrero de 2013

Los padres de hoy ya no son lo que eran.




Siempre me llaman la atención las diversas opiniones en cuanto a la educación de los niños y la enseñanza en general.
Se repite incansablemente que la juventud de hoy no es lo que era.
Como profesora, tengo que decir que a veces me asusto de verdad cuando veo la poca base que algunos (¿muchos?) tienen y sobre todo, el escaso interés por el estudio. Pero, bueno, ahí estamos los “profes” para paliar esta laguna... ¿o no?
He enseñado diversas materias a alumnos de todas las edades  y tengo que decir que son los adolescentes los más reacios al aprendizaje, tanto intelectual como “emocional” y social. Desespera más de uno y lo entiendo. Por eso intento recordar mi propia adolescencia y pensar que es sólo una etapa.
Por lo tanto, me gustaría dejar un cosa bien clara: no pienso que aquel problema fuera nuevo y que antes, todos los alumnos estudiaran con interés y silencio. Si recuerdo bien, Platón ya se quejaba de la juventud de su época. Tampoco pienso que los docentes seamos peores que los de antes. No obstante, una cosa sí ha cambiado: la mirada de los padres hacia nosotros.
Antaño, lo que decía el maestro iba a misa (aunque se equivocara). Hoy, diga lo que diga, muchas veces, es considerado como un peón que sólo ha de poner excelentes a los vástagos bajo el falso pretexto que todos son genios incomprendidos. Ese peón no merece a veces ni respeto, ya que tiene muchas vacaciones y tiempo libre y un diploma considerado socialmente inferior.
En cuanto al diploma, argumentaré que dominar una cantidad a veces enorme de materia (sea la que sea) y combinarlo todo con estrategias pedagógicas no es de lo más fácil, que digamos. A mí no me consta que me hayan regalado mi diploma y a mis compañeros tampoco, dicho de paso. Ese diploma es, en nuestro caso, sola y únicamente el principio de un proceso, ya que se ha de leer y aprender cada día para avanzar.
En cuanto a la facilidad de ese trabajo y a las famosas vacaciones, precisaré que en mi caso una hora de clase equivale a 4 horas en recepción de un camping en pleno verano (lo experimenté)  por lo que concierne el cansancio fisico-mental.
Ahora bien, eso no es nada, sólo gajes del oficio...
Lo que sí es importante es recordar que los niños siguen igual de problemáticos, ruidosos o perezosos (cada uno a su manera, en función de su edad y condición, blablabla); los que sí han cambiado un poco han sido sus padres.
Muchos de ellos ya no quieren una evaluación “objetiva” de su hijo, quieren oír que han dado a luz a un clono de Albert Einstein.
Dejémoslo claro: hay malos profesores como hay malos médicos o malos abogados (¿sigo?) pero parece que todos se acuerdan siempre del mal profesor y no del mal médico. Será que nadie quiere parecer estúpido, me hago cargo.
En muchos casos, me da la impresión que hemos llegado a una sociedad políticamente correcta hasta la exageración: el docente ha de ser perfecto y saberlo todo (¡vaya vaya!) y si los demás no son perfectos, que se aguante él, ya que tiene tiempo para superarlo.
Ya se ve que no podemos decir nada a un alumno (no digo ni tocarlo, yo tampoco estoy a favor del castigo corporal ni tampoco de los insultos, que conste) y que, en algunas escuelas, suspender ya se vuelve toda una hazaña. Parece como si algunos padres no pudieran soportar la opinión que tenemos de sus hijos. Da que pensar...
Parece también que todos saben de enseñanza, menos los docentes.
Aquella desconfianza sí mina el proceso de aprendizaje porque la base de ese proceso (que no siempre debe ser intelectual pero que tiene mucho que ver con las aptitudes sociales) ha de partir de la “ignorancia” y de la humildad para llegar al “conocimiento” o la “sabiduría”. Pero ¿qué podemos enseñar nosotros si ellos lo saben todo mejor? ¿Qué valor tiene un “castigo” si algunos padres lo ponen en tela de juicio?
Dicho de otro modo: si lo padres (NO TODOS, ¡¡¡VALE!!!) no confían en nosotros (como confían en su médico por ejemplo), los niños tampoco lo harán. De allí, más tensión en el aula. Y que lo digan...
Me alegro que ahora se valore más a los niños y no les consideremos sólo como monos de feria o personitas sin sensibilidad. Sin embargo quisiera subrayar que autoestima elevada (imprescindible) no significa arrogancia (opcional) y que la pretendida inteligencia superior  no quita la “educación”. Tal como dice mi madre (que trabaja en un instituto): “En la escuela, hay 1300 alumnos, pues 1300 genios... eso no les da permiso para ser groseros”. En otras palabras: mi hijo es, a mi entender, la persona la más maravillosa del mundo, pero cuando su maestra se queja de él, tiene que pedir perdón en el acto, ¡eso no es negociable!
Añado que no descarto que la escuela sea una institución retrógrada y mal organizada, poco de acorde con las generaciones actuales o futuras. En todo caso, es mejorable, como lo es el sistema sanitario o la justicia, ni más ni menos.
Doy las gracias a los padres que confían en nosotros y comprenden que sus hijos han de conocer gente diferente para poder avanzar en este mundo. No hay profesor “à la carte” y si así nos “queréis”, comprados un ordenador. Doy igualmente las gracias a los padres que no sobreprotegen a sus vástagos con el fin de evitarles cualquier disgusto y que nos dejan hacer nuestro trabajo (Yo también  a veces soy políticamente correcta).
Me voy, tengo que hablar con la “seño” de mi hijo: a ver si será un genio comprendido o incomprendido...

La Vida es Bella o el Legado de Janusz Korzcak.





Mirando La vida es bella de Begnini, no dejo de pensar que no se debe entender como una visión, aunque edulcorada, de los campos de concentración, sino como una pregunta fundamental: ¿hay que decir la verdad a los niños y dejarles ver el horror de la vida?
En el mejor de los casos, cada padre contestará a esta pregunta y dejará o mirar cualquier programa de tele a sus vástagos.
Sin embargo, si esos padres deben explicar la guerra, las bombas que caen, las torturas y los asesinatos de los familiares, ¿cómo lo harán?
Observamos en la película, que Begnini (más bien el autor de la novela que inspiró el largometraje, Vincenzo Cerami) eligió de presentar la desdicha y la muerte como un juego para preservar la inocencia del niño, hijo del protagonista.
Esta parábola no deja de ser un planteamiento fundamental para una sociedad o una familia:  ¿hasta qué´punto se debe decir la verdad a los niños, hasta cuándo preservar su "inocencia"? Sabemos que bastantes males provienen de la sobreprotección (desgraciadamente muy de moda hoy en día) que conlleva infantilismo hasta edades avanzadas y que produce individuos completamente alejados de la "realidad" y con lagunas de comunicación enormes. Sabemos también que otros muchos males provienen de la falta de apoyo, de la indiferencia o dejadez de la familia hacia las emociones o los miedos de sus hijos. Por mi parte, creo que el desafío de cada progenitor es de proteger a sus hijos, dándoles al mismo tiempo recursos para asimilar la realidad, según su edad, sensibilidad y ritmo. Lamento que tantos niños no puedan ser "niños" ni puedan vivir sin preocupaciones de adultos, como ocurre en los numerosos países que están en guerra o como los hay también en nuestra sociedad que les obliga  a veces a asumir roles que no les corresponden. Lamento también que haya adultos que no hayan crecido emocionalmente por haber sido ignorados en su infancia.
Es importante aquí resaltar el consuelo que otorga la imaginación para aguantar situaciones difíciles u incluso extremas. Jamás dejaremos a los niños expresar y volar la imaginación lo suficiente con el fin de asimilar mejor sus vivencias traumáticas.
Ignoro si Cerami se inspiró en alguna anécdota o en personaje reales para crear al padre Guido pero su brillante idea me recuerda las de un médico-escritor judío-polaco llamado Janusz Korzcack (de su verdadero nombre Henry Goldszmitz): Este pedagogo profesaba un respeto total hacia el niño y un deber genuino de alejarle del mal. Durante la segunda guerra mundial, cuidaba de los huérfanos judíos del gueto de Varsovia cuando le ofrecieron huir mientras "sus" niños serían conducidos al campo de concentración de Treblinka. El rehusó la propuesta repetidas veces y, como el Guido de la película, presentó el viaje en tren como una excursión bonita que realizararon cantando. Ya que la situación no tenía remedio, mejor sonreír, debió pensar... La sorpresa de los soldados nazis fue, pues, muy grande cuando oyeron a 200 niños cantando al entrar en aquellos tristes vagones.
Desde que leí sobre la vida de Korzcack, su figura no deja, entonces, de fascinarme y sigo pensando que, si de Emile Zola se dijo que "fue un momento de la conciencia humana" (por su papel relevante en el caso de Alfred Dreyfus), aquel médico debió ser, pues, como mínimo "unas horas de la conciencia humana" porque no dejó de repetir a niños "condenados" que la vida era bella, ya que, según él, "el lazo más fuerte que tenemos con la vida se expresa en la sonrisa de un niño"




jueves, 14 de febrero de 2013

L'amour, une bonne excuse...





“Il y a des ombres dans “Je t’aime”, pas que de l’amour, pas que ça » (Jean-Jacques Goldman)

La quantité d’excuses invoquées pour justifier des attitudes possessives ou négatives au nom de l’amour ne cessent de me laisser pantoise.

Certains parents empêchent leurs enfants de prendre leur envol au nom de l’amour…

Des femmes retiennent leurs couples en tombant enceinte au moment opportun, par amour bien sûr…

Des hommes frappent (ou tuent, c’est selon), prétendument au nom de l’amour.

D’autres s’ôtent la vie.

Il est inutile de poursuivre, je vous gâcherais la journée. Je ne parle même pas des choses faites par haine, la liste serait aussi trop longue !

Je voulais juste en venir à cette réflexion : nous ne pouvons justifier des actes insensés, cruels ou injustes au nom de l‘amour. Ce que nous appelons “crime passionnel” n’est rien d’autre en fait que jalousie et envie, manque d’estime de soi et manque d’amour, en plus du mépris de la vie et de la possessivité. Tout sauf de l’amour en fait !

Ce n’est pas moi qui vais vous dire ce qu’est l‘amour, rassurez-vous, parce que je n’en sais fichtre rien. Cependant, j’ai tout de même une VAGUE idée de ce que ça n’est pas. C’est déjà ça me direz-vous…

J’ignore quel type d’amour nous devons donner à nos enfants pour qu’ils grandissent amoureux de la vie et avec l’envie de se relever toujours. Je n’en ai aucune idée mais j’essayerai quand même.

J’ignore également quel amour je dois à mon couple, sans dominer ni être dominée, et ce malgré tout. Néanmoins, je pense qu’il vaut mieux savoir aussi vite que possible si l’on est prêt à se lancer dans cette aventure.

J’en sais si peu que j’ignore jusqu’à l’amour que je me dois à moi-même, comment me pardonner une fois pour toute mes erreurs. Toutefois, je sais que c’est ce que je dois faire et je remercie la vie de m’en donner l’opportunité.

Ça m’attriste toujours d’entendre quelqu’un déclarer à propos d’autrui: “Je ne peux pas vivre sans lui/elle”. Je préfère penser que la plus belle chose que l’on puisse dire d’un autre être est qu’il vous a insufflé l’amour de la vie.

Je ne vous ferai pas non plus une leçon inaugurale sur l’amour inconditionnel et ce pour une raison bien simple: la seule chose que je sais à son propos c’est qu’il est préférable de s’acheter un chien si nous voulons un jour peut-être l’expérimenter.

“Si tu m’aimes, tu me laisseras voler”chante Amaral. Bon vol!
Isabelle TOUSSAINT

El amor, una buena excusa...





“Hay sombras en ‘te quiero’, no sólo amor, no solamente...” (Jean-Jacques Goldman)

Siempre me ha asombrado la cantidad de excusas encontradas para justificar actitudes posesivas o negativas en el nombre del amor.

Los padres le impiden al niño volar y equivocarse por amor. Ya.

Mujeres retienen a sus parejas cayendo embarazadas en el momento menos oportuno, por amor, por supuesto.

Hombres pegan (o matan, cosa que de momento, según los medias, parece el deporte nacional, espero equivocarme) a sus conjugues por amor... también.

Otros se quitan la vida, siempre por amor.

No hace falta que siga, os amargaría el día. No hablemos ni siquiera de las cosas hechas por odio, ¡ni os cuento!

A donde quiero llegar, es allí mismo: ¿cómo podemos justificar actos insensatos, injustos o crueles en nombre del amor? Lo que designamos con el término “crimen pasional” o “lo hizo por amor” no es otra cosa que celos, envidia, falta de autoestima y de... amor, además de desprecio hacia la vida y posesión.
Eso, ¡NO ES AMOR!

No os voy a decir lo que es el amor (¡tranquilos!), que no lo sé. No obstante, pienso tener una vaga idea de los que NO ES.

No sé que tipo de amor debemos dar a nuestros hijos para que crezcan enamorados de la vida y que aprendan a levantarse. No lo sé pero igualmente lo intentaré.

No sé tampoco el tipo de amor que debo dar a mi pareja sin mandar ni ser mandada,  a pesar de todos los pesares. Y creo que es mejor saber cuanto antes si valemos para este tipo de aventura.

No sé ni siquiera el amor que me debo a mi misma, como perdonarme de una vez  por todos mis errores. Sin embargo, sé que me toca hacerlo y doy gracias a la vida de darme esta oportunidad.

Es siempre muy triste de oír  alguien decir “no puedo vivir sin él/ella”. Pienso que lo mejor que se puede decir de otro ser, es que le ha insuflado amor a la vida.

No os haré tampoco una lección inaugural sobre el amor incondicional por una razón bien sencilla: lo único que sé de él es que es mejor comprarse un perro si queremos recibirlo alguna vez.

“Si tú me quieres, me dejarás volar” canta Amaral. ¡Os deseo un buen vuelo!
Isabelle TOUSSAINT