domingo, 23 de abril de 2023

Como Dios manda

 "Lo importante no es ser feliz, sino ser digno de felicidad"   Emmanuel Kant.

2 de mayo del 1942, Viena

Querida Trude:

Espero de todo corazón que estés bien. Te mando noticias del viejo continente, de ultra mar como siempre decimos. 

Parece que me estoy mofando pero, poca broma con el tema. Es probable que hayas hecho bien en emigrar hacia cielos más propicios.  Aquí, los nuestros van desapareciendo poco a poco. Me refiero a nuestro pueblo, y también a nuestros cielos. No entiendo como nuestro bello continente ha podido llegar a este punto. Los nazis están por todas partes y nos prefieren muertos, antes que vivos.  Si nos asesinaran claramente, podríamos llorar nuestros muertos y erigirles una tumba. No, aquí desaparecen en pretendidos campos de los cuales sabemos más bien poco. 

Me pregunto si, desde Estados Unidos, no sabrás más del tema.

¿Cómo lo ves? ¿Y cómo va tu vida allá? ¿Te has adaptado? Sé que son más modernos pero no creo que te moleste, siempre te has mofado de "los remilgos religiosos de nuestro pueblo", como solías decir. Espero que, allende, hayas encontrado sentido a todo esto. 

Me alegro de poder leerte, en todo caso.

Tengo una noticias maravillosa que contarte (¡ por lo menos, eso, espero!) y es por esta nota optimista que acabo mi misiva: ¡espero a un niño! Es una gran alegría para todos nosotros, Viktor, yo y nuestras familias respectivas, de pensar en esta futura criatura a quien trasmitir nuestros valores. 

Un abrazo

Tilly.

15 de junio del 1942, Viena

Querida Trude:

Estoy contenta de ver que te gusta tu nuevo país.  Se puede decir que es una adaptación  relámpago y extraordinaria.  ¿No echas nunca de menos a las calles de Viena? Incluso si sé que somos  diferentes en muchos aspectos, me pregunto si es posible de renunciar realmente a nuestros recuerdos de la infancia, nuestro bello continente (aunque asolado), esta magnífica ciudad imperial con sus calles estrechas, su olor a pastelería. Sea como sea, nos propusieron un visa para Estados Unidos, ¿te lo puedes creer? Es una gran noticia. Viktor es afortunado de ser conocido  y tendrá la oportunidad de seguir con su labor en un país nuevo e yo, de estar a su lado y de educar a nuestra niño que nacerá dentro de seis meses. Sin embargo, hay una sombra en esta estampa, es que mi familia política, mi querido suegro, este hombre que tanto hizo por nuestra comunidad, ninguno de ellos nos podrá acompañar. Paso de explicarte las consideraciones administrativas y te digo ya que su salud no se resistiría. 

Empiezo a hacer el equipaje, siento que el peligro acecha y que podríamos desaparecer de un día para otro, sin previo aviso, como en un abrir y cerrar de ojos (esta gente no tiene escrúpulos) pero me siento dividida porque Viktor, él siempre tan fuerte, parece sometido, rendido y perdido.

Espero que, de aquí a unos meses, nuestro viaje esté arreglado; que nuestra éxodo, como le llamo bromeando (pero sólo me hace reír a mi, me temo) habrá sido menos largo que él de los Hebreos saliendo de Egipto.

Envíame noticias tuyas lo más pronto posible.

Un abrazo,

Tilly

27 de julio de 1942, Viena

Querida Trude:

Me sermoneas y te comprendo. Viktor te parece tan arcaico como rancio.  Hay que seguir adelante y cambiar de aires, es cuestión de vida o muerte. Ya me lo creo. No obstante, mi esposo, este sabio, este hombre en busca de sentido, este profesor que siempre está cuestionándose, está dividido, él tan respetuoso de Dios y de los nuestros. Me echas la bronca y me dices que todo nos sonríe y que este visado es una oportunidad única que nos otorgan, y te mofas de nuestras tradiciones milenarias diciendo que es un regalo de Dios (este Dios, que escribes con minúscula y en quien no crees) el poder huir.

Huir, allí es donde duele. Viktor no quiere huir. Dice que sin moral, un ser humano debería morir. Quien sea que acalle su ética, ignore a sus padres, a su pueblo, a sus antepasados, no se merece vivir.  Esta persona vive, desde luego, pero sin esencia. Va tirando. "Cómo abandonar a los míos, como si fuera un privilegiado? No cumplir con su deber, es no poder mirarse al espejo por la mañana. Moisés sacrificó sus privilegios de niño-príncipe para salvar a su pueblo. Yo, no voy a salvar a nadie pero, por lo menos, no habré escapado. Lo siento, Tilly, pero este visado me trae más penas que alegrías. Aceptarlo, es pisotear mi ética de vida; no aceptarlo, es probablemente morir. No hay nada heroico allí, sólo el deber para con los míos, para con papa, que es anciano e inválido". 

Este padre, siempre, esta referencia y esta gratitud. Eso dice mucho de mi esposo, por eso me enamoré de él... y es probablemente por eso que lo perderé también. 

A estas alturas, no me molesté en suplicar por nuestro hijo o por mi. ¿Para qué? Sé que me ama pero necesita verse como alguien que tomó la decisión más noble, aunque inútil, como Leonidas quien sacrificó su cuerpo y su ejercito por su pueblo.

Dejé de suplicar por nosotros porque me imaginé en el futuro, en ultra-mar, allá, como tú, al amparo; visualicé  a nuestro hijo preguntándonos sobre sus abuelos. Tal vez será un niño ingrato (sobran por estas tierras, según tú) a quien le importará un carajo su linaje, lo que nos resultaría el fracaso de nuestra misión parental. Viktor e yo estamos seguros de que engendrar sin ética equivale al desastre y a la perdición. Lo digo en serio cuando afirmo que preferiría ver a nuestro hijo muerto antes que inmoral. Es nuestro deber, por lo menos es nuestro parecer, de dar al mundo seres dotados de consciencia. Quizá sea (y nos encantaría) una persona  imbuida de esta tradición que nos ha construido desde siglos y, entonces, ¿qué le diremos? "Querido hijo: Huimos dejando a tus abuelos a su suerte, sólo pensamos en ti, únicamente" Y nos dirá, si se parece a su padre (y se le parecerá): "Para qué vivir si el sentido mismo de mi existencia es intrínsecamente ligado al sacrificio de mis antepasados?  ¿Murieron para que yo pudiera nacer?  En qué medida mi vida tendría más precio? ¿Quiénes sois, vosotros mi padres, por haber juzgado la relevancia de esta decisión? ¿Os habéis acaso creído Dios? Sólo pensasteis en vosotros, en vuestro placer, vuestro confort, vuestra miserable existencia?". Qué se puede responder a esto, Trude? Te reirías pero yo, me mortificaré. ¿Cómo mirar a sus vástagos a la cara cuando sobrevivimos sin dignidad?

Rogué, pues, con otro argumento que me parecía imparable: su libro. "Si no marchamos, jamás podrás escribir tu libro, jamás buscarás ni encontrarás el sentido de la vida porque tu obra será destruida, confiscada, aniquilada. Tu misión es vivir para trasmitir el mensaje, para ayudar a la gente a encontrar su sentido".  Y fue cuando me miró a los ojos y contestó: "Tilly, ¿cómo podría predicar el sentido de la vida cuando yo mismo habría huido de mis responsabilidades? Sólo seré uno de estos profesores de universidad cobarde, llorando mi mala suerte pero feliz, a la vez, de seguir con vida, de hablar inglés y de jugar al base-ball, pero de verdad, sería un hombre como Dios manda?  Si me marcho, si partimos para Estados Unidos, tendré que renunciar a mi misión, a mi libro porque no ya podré escribir ni ayudar a nadie desde la cobardía, el egoísmo, la ignorancia. El otro día me decías que, hiciera lo que hiciera, siempre sería un privilegiado.  Me importa un pepino. Mira, sólo se predica con el ejemplo, no con las palabras o los libros; un ser humano está conforme a sus principios; no están por encima de nosotros sino que nos habitan y nos moldean. Sólo Dios nos mira desde arriba, estamos al mismo nivel que nuestras ideas y que nuestras decisiones.- Pero son los libros que vehiculan este ejemplo, contesté, estas obras que los alemanes queman porque la verdad les sobrepasa. Si no escribes, la memoria de nuestro pueblo y de Jehová no persistirá".  Tuvo entonces una respuesta típica de Kant a la cual no pude replicar: "Lo importante, no es de ser feliz, sino de ser digno de serlo, Tilly".

Fue cuando supe con certeza que este hombre al cual quiero amar, aunque se sienta indigno de vivir, con su mezquindad, su cobardía, su egoísmo, su heroicidad también, pues, este hombre jamás me podrá amar si le obligo a ir en contra de sus principios. No sé podría querer tampoco a si mismo y miraría a nuestro hijo de reojo, pensando que, en el fondo, quizá no habría valido la pena. dejaría de respetarme, de eso estoy segura, y no podría soportarlo.  ¿Para qué vivir si él que más cuenta para ti ya no te respeta? Y no hablo de este cretino de Julio Cesar cuya mujer ni siquiera podía ser sospechada (¡ya sé lo que me vas a decir!). Se trata de otra cosa: el concepto que Viktor tiene de mi se desvanecería en el mismo instante que me traicionaría a mi misma.

Entonces, este visado, este permiso tan deseado, pues, Trude, es una trampa, una tentación, para poner a prueba nuestra lealtad y nuestra coraje y, contra eso, ¿qué puedo hacer? Me describes tu vida en la periferia, cerca del campus donde vives, tu vida social y tus inquietudes norteamericanas. Tuve la debilidad de imaginarnos allá, con nuestros hijo, bendiciéndole, amando su cabello, sus mejillas, observándole, nutriéndole...   llorando el día de su partida hacia otra mujer. Sólo es polvo y cenizas. Si poseo efectivamente esta pulsión de vida (como dice Freud, que dice muchas tonterías), también poseo la pulsión de dignidad, en armonía con la de Viktor, cuya suerte escogí compartir. 

Ignoro, por lo tanto, lo que será de nosotros y de nuestro bebé. ¿Cómo debemos vivir? ¿Cómo debemos elevarnos hacia lo divino, hacia arriba? Y si no lo logramos, ¿Cómo soportar la imperfección, la falta de excelencia? Me repites que los norteamericanos que frecuentas (no quisiera generalizar) ven la vida de manera muy simplista: su felicidad, su confort, su libertad. Qué tipo de camino es ése?  ¿Qué es la felicidad? El confort es un pozo sin fondo y la libertad... pues, es la de coger el camino correcto, y no es de marchar y ¡salvese quien pueda!  Vivimos tiempos muy turbios, cerrar los ojos a la miseria es imposible. Viktor fue a la sinagoga para recogerse, volvió de allí confesándome haber oído una voz  escandiéndole "Honrarás a tus padres". ¿Qué se puede responder a eso? ¿Cómo podríamos decir a nuestro hijo que nos debe honrar si no lo hicimos nosotros? 

Circulan numerosos rumores sobre lo que es de los nuestros y de todos los que se levantan contra los nazis. Una de estas historias es bella y trágica a la vez. Cuentan que una antigua bailarina famosa murió bailando en uno de estos famosos campos. Un alemán la habría reconocido y le habría pedido de bailar para él, cosa que hizo (¿Acaso tenía elección?). Al bailar, recuperó su humanidad (por lo menos, es lo que prefiero creer) y se acercó al soldado, asió su arma y lo mató. Los demás soldados le dispararon, evidentemente, pero sigo pensando que su muerte fue humana y digna. Quiero decir que se rebeló y reencontró una chispa de libertad. No se fue al matadero como un cordero desarmado y sumiso. Es la visión que tienes de nosotros desde tu tierra lejana.. Nos ves como borregos, un rebaño tan  imbuido de su tradición que no puede deshacerse para  huir y sobrevivir.  Quizá tengas razón pero que podemos hacer? ¿Hizo bien aquella bailarina? ¿Hay que ir hacia la muerte agachando la cabeza frente a nuestro creador o intentar escaparse hacia otro país (incluso con el riesgo de perder nuestra esencia) o bien caminar la cabeza bien alta, bailando?  Probablemente sea la única pregunta que cuenta de verdad, ya que la muerte es nuestra única certeza en este mundo.

Espero tus noticias como siempre.

Siempre tuya,

Tilly


Nota de la autora: Tilly Grosser, esposa del renombrado psiquiatra Viktor Frankl, fue enviada a un campo de concentración en septiembre del 1942 y no pudo llevar su embarazo hasta el final. Murió duranta la liberación del campo de Bergen- Belsen, aplastada por la multitud. Su familia política desapareció enteramente en los campos de concentración. Solo su marido sobrevivió y continuó  buscando el sentido de la vida.  




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