sábado, 12 de noviembre de 2016

Luces y sombras de la política: la inconciencia colectiva

Tras el alud de comentarios desesperados sobre las elecciones de Estados Unidos, quería compartir unas reflexiones que me vinieron a la mente.
Algunos opinan que tenemos  a los políticos que nos merecemos. Creo que tienen razón.
Me parece que se puede explicar la progresión o victoria de esos partidos de extrema derecha en muchos países por muchos factores.
Sin embargo, sólo resaltaré uno porque todos estos acontecimientos me recuerdan a lo que decía Jung de la sombra. Los pueblos, como los seres humanos tomados individualmente, estamos compuestos de una parte de sombra y una de luz. Si no miras tu sombra y no la reconoces, se apodera de ti y hace desaparecer la luz, a la cual sólo puedes acceder habiendo indagando en la oscuridad.
Ahora bien, diría, por ejemplo, que Barack Obama es la parte iluminada. No por lo que hizo o no (hizo más bien poco) sino por lo que representa: refleja la parte buena que queremos tener, nuestra faceta tolerante y civilizada que piensa que es bueno y posible que un negro llegue a presidente para demostrarnos a nosotros mismos que somo gente de bien. Que Obama no haya arreglado ningún problema fundamental, no haya cerrado Guantánamo y haya manipulado como los demás presidentes de su país no viene al caso. Lo que cuenta aquí es lo que representa. Nos movemos por los símbolos más que por las acciones cuando se trata de política. No me explayaré más en el tema.
En cambio, Trump representa el Klan, el racismo, la falta de respeto, la estupidez y arrogancia. No significa que él sea necesariamente así, (tal vez) pero es lo que representa (y lo hace perfecto, la verdad). Él es la parte de sombra que tiene el pueblo americano, la faceta que no acepta y por no aceptarla e integrarla, le explota a la cara de manera  brutal y grotesca. "Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino" dijo Jung.  Pues, Trump es como una caricatura de lo que los americanos son en la sombra cuando Obama es la caricatura de lo que quisieran ser a la luz del día. Todo depende de que lo quieran... y parece que ha ganado el mundo de la oscuridad y de la inconsciencia colectiva.
Diciendo esto, no estoy idealizando a Obama, ni mucho menos. Por muy bien que me caiga, sé que los intereses detrás de él no son ni mucho menos mejores de los que mueven a Trump. Sé también que ambos son meras marionetas cuyas eminencias grises (o muy negras, perdón por el juego de palabra) desconocemos. Están allí para brillar y lucirse, firmar algún papelito y fardar con sus mujeres. La diferencia, es que uno cae mejor que el otro pero ambos son seres manipulados,  títeres vacíos.
Lo que quiero decir, es que a mi aún no me desespera que haya ganado Trump. Tampoco me gusta. Hubiera preferido a  Clinton por ser mujer, pero no por ser mejor persona. Es más hipócrita, eso sí. Trump tiene, por lo menos, el merito de la franqueza.
Digo que aún no me desespera... tampoco me desespera el panorama europeo, si Bart de Wever, Marine le Pen, Rajoy. No me desespera por dos razones: una es que no necesito a ningún negro ni ninguna mujer como jefe de estado para saber que una mujer o un negro es capaz de hacer de presidente. Para mí, no cabe duda. Y, segundo, porque creo que estos payasos grotescos de la sombra están allí para que nos demos cuenta de la basura que llevamos dentro como pueblo, nuestra parte oscura que hay que sanar. Los países que se dejan gobernar por semejante gentuza son pueblos que necesitan enfrentarse con su sombra, su lado más intolerante, miedoso y temible y no regocijarse en sus pocos momentos de seudo-progresismo  a favor de los gays,  de los refugiados o de las mujeres, esas causas nobles pero políticamente correctas que acaban vacías y sin sentido porque les quitamos la esencia.
Mientras no haya sanación colectiva, habrá payasos grotescos en el poder y nos los mereceremos. Habrá también payasos insípidos como Charles Michel o François Hollande que no convencen ni a sus propias madres porque no son luz, sino una especie de antorcha débil y de baratija cuya batería se apaga. Por eso, la noche acaba ganando. Y creo que puede ser bueno porque así, quizá, nos demos cuenta de lo mal que estamos, de lo alejados de la ética y de la armonía. Si no nos damos cuenta de esto, entonces, sí me desesperaré.
Si queremos verdaderos políticos, habrá que ser verdaderos seres humanos. Son nuestro reflejo, que queramos o no (¡y eso sí me desespera!). Habrá que afrontar y superar la oscuridad, abrir la puerta de nuestro desván colectivo (de la colonización, intervencionismo, capitalismo, odio secular etc.) y limpiarlo bien limpiado. Mirarnos al espejo y dejar de celebrar nuestras absurdas banderas para apostar por un mundo menos horrible, en todo caso, más consciente.
Isabelle Toussaint, 11/11/2016

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