Habiendo leído los libros de Carlos González: Bésame mucho, Mi niño no me come y Un regalo para toda la vida; y el de Eduard Estivill: La Guía para enseñar a los niños a dormir, me permito compararlos y compartir la reflexión con ustedes.
La prensa suele presentar estas obras como opuestas y opino que sí que lo son, pero vale la pena que las leáis, para que no penséis que nos encontramos ante una banal oposición entre un pediatra permisivo versus uno tradicional.
Me gustaría hablar sobre las diferencias entre ambos autores.
Efectivamente, sus ideas de cómo tratar a los niños son totalmente distintas; en cada uno de ellos encontraréis pautas, eficientes o no (de momento no emitiré ninguna opinión), que os ayudarán en la educación de vuestros vástagos. Entre los lectores, habrá quien se sienta más cómodo dirigiendo mucho a su hijos porque pensará que es lo mejor para ellos y para la sociedad en general; otros lectores preferirán respetar el ritmo del bebé, con el mismo propósito.
No se trata de dudar de la buena o mala fe de nadie en este punto, creo que siempre intentamos hacer lo mejor, aunque sea una tarea ardua o, tal vez, injusta.
A mí, personalmente, madre de dos varones, no me gusta demasiado seguir "modas" en cuanto a la crianza de mis hijos porque me parecen perniciosas y muy cambiantes. Lo que se decía hace 30 años ya se considera que está mal hecho, por antiguo o pasado de moda (aunque funcione, quizá), y no creo que lo nuevo sea necesariamente bueno (ni malo tampoco, por cierto). Intento, pues, pensar un poco, más allá de las teorías porque, al final de cuentas, soy yo la principal responsable del bienestar de mis hijos. Eso no me impide que pida consejo a otras personas ni que lea o que escriba sobre estos temas. De ello surge el siguiente comentario.
Creo que hay algo profundo y fundamental que separa a estos dos autores; algo más que sus ideas sobre la educación y la crianza: el modo como plantean sus argumentos.
Allí donde Estivill dictamina y aporta respuestas claras, que no admiten discusiones, González me obliga a pensar, a meterme en la piel de mi bebé. Los conocimientos del Sr. González, que son extensos, jamás sirven para deslumbrar y el propósito final es provocar la reflexión, aportando más preguntas que respuestas. En cuanto al Dr Estivill, sus conocimientos sirven para desresponsabilizarme como madre y, sobre todo, me impiden pensar, pues me da la comida triturada, me explica que su manera es la única que funciona con dibujos y marcos bonitos, como si fuera yo subnormal. En todo momento me coge de la mano para que no pueda caminar sola ni comer algo más sólido, ya que él es el pater familias que lo sabe todo. Sea cual sea su idea, me la impone de tal modo que me infantiliza frente a su "sabiduría".
Allí donde veo un camino de autonomía con González, un camino donde tengo que ir sola como madre, a trompicones pero reflexionando y observando, me quedo con impotencia frente a Estivill porque me dice que no puedo andar sola, que necesito a un tutor (a él, por supuesto).
Entiendo, no obstante, que muchos necesiten de las respuestas del Dr. Estivill y no de las preguntas del Sr. González. Lo entiendo pero lo lamento. Lamento que nuestra sociedad se haya alejado tanto del continuum de nuestra especie que tengamos que seguir al pie de la letra teorías que si, por un lado, nos ayudan a dormir (y a los niños, tal vez) desgraciadamente eviten preguntas y cuestiones sanas y constructivas.
Creo que los padres debemos pensar por nosotros mismos y, por eso, las ideas del Dr González me parecen necesarias y constructivas, mientras que el Dr Estivill nos deja en lo de siempre, en una sociedad de asistidos que necesitan que un médico les diga qué hacer en todo momento porque tienen miedo a equivocarse y porque son incapaces de asumir sus propias decisiones como educadores.
No me explayo más y os dejo reflexionar, parafraseando a Rosa Montero: "No confíes en los que tienen más respuestas que preguntas".Isabelle Toussaint