Personalmente, leo a Paul Auster porque siempre hace lo mismo y es cada vez diferente: sus personajes son, como los del otro talentoso judío neoyorquino que es Woody Allen, siempre los mismos y se parecen a él sin serlo nunca del todo.
Por que Auster es austero: su estilo es de pocas palabras y muy llano, sin ornamentos excesivos e inútiles.
Sus temáticas pueden resultar aburridas por que sus intrigas lo son poco y se desarrollan de manera muy natural dentro del ambiente descrito sin que necesitemos la gran artillería hollywoodiana para entender que algo importante está pasando.
Porque, como en la vida real, las cosas importantes pasan a veces desapercibidas o está fuera de nuestra comprensión, entendimiento o conciencia.
Porque da sentido al sinsentido que parece ser la vida, jugando entre la casualidad pura y la coherencia inmanente que la rodea o explica.
Porque es profundamente humano en el sentido que entiende al ser humano y no se permite juzgarle, lo que hace que su estilo no sea pasional.
Por que describe Nueva-York como ciertamente no es, con intelectuales que leen y se enamoran.
Por que siempre confía en la vida y su proceso, aunque la novela acabe el 11 de septiembre del 2001.
Por que es personal e intimo sin ser vulgar ni promiscuo.
Porque sabe y ha experimentado que el arte alivia las penas y nos hace levitar: que todos somos un hombre en la oscuridad que sobrevive imaginando y creando nuestro palacio de la luna, inventando nuestra soledad para olvidar nuestra condición patética y triste de cada día en el país de las últimas cosas gracias a nuestro libro de las ilusiones.
Os sonará austero (¿como no?) y poco divertido. A mi me encanta porque me gusta leer que el arte me puede aliviar y hacer avanzar, aunque a salto de mata.
Isabelle Toussaint.
